Los alumnos de 4º ESO han
aprendido en clase de Literatura española La corriente literaria más
inquietante: EL ROMANTICISMO. Para poner en práctica los conocimientos adquiridos, todos han escrito un relato.
Aquí dejamos una pequeña muestra
del trabajo de nuestros “jóvenes escritores”.
Corría el año
1705, cuando un sacerdote de un pequeño pueblo de España fundó una iglesia. La
Iglesia de Todos los Muertos, encima de un camposanto de épocas anteriores. Hoy
en día nadie se atreve a ir allí ya que, aun estando de día, la iglesia da
mucho miedo. Los muros, corroídos por el paso del tiempo no pueden hacer frente
a las enredaderas que discurren a través de ellos. Las ventanas sin apenas
cristales se convierten en lugares por donde sólo la luz puede entrar; las
puertas, sin su aspecto característico ahora son el lugar donde las arañas
tejen sus enredadas telarañas; el
tejado, milagrosamente intacto, muestra que a los espíritus les gusta habitar
aquí y hacen cualquier cosa por protegerlo; el suelo, baldosas rojas con cruces
blancas alrededor del altar son el único resto que nos puede afirmar que lo que
allí había era un bello mosaico, ya que las baldosas se han empodrecido. El
rojo ahora es negro y el blanco, gris verdoso. La vegetación que la rodea es
densa como si alguien supiera lo que iba a suceder y me intentara avisar para no
entrar en ese lúgubre lugar que aún se
vuelve más peligroso en la oscuridad, donde el verde se torna negro y la única
compañía que sientes es la de los insectos que viven en la zona.
Desde aquí os
escribo, ya que el azar me ha enviado a esta zona para hacer inventario de su
flora. Yo pensaba que las leyendas que contaban los ancianos del pueblo eran
falsas, pero no, ahora lo veo claro.
Me siento
perdido… creo que este puede ser mi
último día en la faz de la tierra.
Era un día
nublado y parecía que en cualquier momento empezaría a llover. Valeria estaba
en casa de su amiga Irene, situada justo en frente de una iglesia antigua y
abandonada.
Habían
estado estudiando toda la tarde para el examen que tenían el miércoles 14, que
era el día siguiente. Valeria miró el reloj y se dio cuenta de que ya eran las
diez de la noche, entonces justo en ese momento, sonaron las chirriantes
campanas de la iglesia.
¾ Irene,
tengo que irme. Se me ha hecho tarde y ¡ya verás la bronca que me va a caer! –
dice Valeria con cierto tono de humor.
¾ Está muy oscuro y las calles por
las que tienes que pasar para llegar a tu casa son muy peligrosas – le contesta
Irene, preocupada.
A Valeria
pocas cosas le asustaban así que decidió rechazar la oferte de su amiga de
quedarse a dormir con ella.
¾ Está bien, si eso es lo que
quieres… Pero llámame cuando llegues a tu casa, ¿entendido?
Valeria
asintió a la vez que empujaba la grande y pesada puerta del edificio para salir
de él. Emprendió su camino con paso rápido.
Esa noche, todo parecía más oscuro de
lo normal. De repente, el sonido de unos pasos cercanos y firmes tras ella la
sacó de sus pensamientos. Se giró para comprobar de dónde procedía pero, para
su sorpresa, allí no se encontraba nadie. “Relájate,
Valeria, serán imaginaciones tuyas”, pensó. Un grupo de pájaros salieron
revoloteando de un árbol y se escuchó un profundo lloro tras él. Valeria
sentía, además de miedo y un frío penetrante, una curiosidad inmensa, así que
no dudó en acercarse a explorar.
Irene,
en su casa, estaba nerviosa e inquieta. Ya había pasado media hora desde que su
amiga se había marchado, sin embargo, el teléfono móvil seguía sin sonar por lo
que decidió llamarla ella. Marcó los dígitos correspondientes sintiendo un
silencio aterrador rodeándola. Esperaba impaciente escuchar la voz de su amiga,
pero en lugar de eso, al ser descolgado el teléfono en la otra línea, escuchó
el viento soplar fuertemente que cesó nada más finalizar la llamada, lo que la puso más nerviosa de lo
que estaba.
Su móvil
vibró en la mesa después de haberlo dejado allí antes, y, tras comprobar que el
nombre que iluminaba la pantalla era el de su amiga, abrió el mensaje:
“¡Hola! Ya he llegado a casa, sana y salva,
¿ves como no había por qué preocuparse? Mi madre me ha castigado por llegar tan
tarde, ya te contaré. Buenas noches, descansa.”
Irene,
confusa, se frotó los ojos y volvió a leer el SMS. Miró el reloj de la iglesia
y comprobó que tan solo habían pasado cinco minutos desde que su amiga la había
dejado y que la causa por la que había sentido tanto miedo había sido un simple
sueño, producto de su enrevesada imaginación.
Sara Quintas Álvarez
OSCURIDAD
Su cuerpo entero está
tenso como una cuerda de guitarra, tan tirante que parece que podría saltar en
cualquier momento. Tiene las manos cerradas fuertemente, los nudillos blancos
por el esfuerzo, sus dedos agarran el borde de las sábanas como si éstas fuesen
un escudo protector y alguien fuese a arrebatárselas. Su respiración es
agitada; su pulso, acelerado. Mantiene los ojos abiertos de par en par y la
mandíbula firmemente apretada. Es la viva imagen del miedo, aunque no sabe a
qué debería temer.
Desde que se despertó
de golpe en aquel lugar, está desorientado. Sabe que está tumbado en su cama,
la de su habitación, pero también percibe que ese no es su cuarto. Sumido en la
oscuridad, no ve ningún interruptor con que accionar la luz. Lo único que
distingue es una ventana y una puerta, ambas cerradas. El ambiente está
cargado, una sensación sofocante lo envuelve todo. No hay cortinas ni persiana,
y fuera se ve tan oscuro como el interior. Él trata de percibir formas o
figuras más allá del vidrio, pero su intento es en vano. Se siente como si
estuviese esperando, como si algo terrible fuese a suceder. Algo que lo llena
de miedo.
Tras varios minutos cree observar una
extraña luz que empieza a formarse en el centro de la ventana y parece venir de
fuera. Al principio piensa que son imaginaciones suyas, pero pronto comprueba
que no es así. Parece llena de vida propia y le
inquieta. Es blanquecina, como una niebla densa y venenosa. La luz que
desprende se refleja en la habitación, enfocando zonas del suelo al azar.
El aire huele a cosas
que se pudren. Cada bocanada duele. El horror lo ha paralizado. Advierte que la
escalofriante nube forma unos dedos toscos que
exploran el terreno, lo tantean como si estuviesen buscando algo. Sabe que lo buscan a él. Se desespera,
se siente atrapado, necesita salir de esa peligrosa inactividad.
Se levanta con cuidado, como si no
quisiese incomodar al ser cambiante. Es consciente de que, si hace un
movimiento en falso, está perdido. El terror corre por sus venas, pero un
instinto animal y profundo prioriza y se pone en marcha. Comienza a andar con
la puerta como faro que le va guiando aunque no sabe a dónde lo conducirá,
cualquier situación la parece mejor que la actual. Frena en seco al oír un
ruido sobrecogedor… Se ha cerrado la puerta y está atrapado. Empieza a
retirarse, avanzando lentamente hacia atrás, pero siente una presencia temible
a su alrededor. Su pecho sube y baja sin alcanzar apenas aire. Y de repente frena
en seco. Se da cuenta de que ha entrado en la zona iluminada por la extraña
luz. Gira lentamente sobre sí mismo, y contempla que la neblina se ha
condensado, perfilándose. Ahora forma una figura humanoide que extiende el
brazo y alarga un dedo. Inmovilizado contempla como lo toca con el índice en el
centro del pecho. Podría jurar que está sonriendo. En el instante en que se produce el contacto, comienza a sacudirse y convulsionar. La figura estalla
y la niebla misteriosa se apodera de la habitación. No respira. Avanza a
tientas en un intento desesperado por salvar su vida. Siente que choca contra
algo, probablemente una vidriera. Miles de fragmentos de cristal se incrustan
en su cuerpo, quiere gritar pero tiene la garganta bloqueada. Sólo está esa maldita
niebla que se cuela por sus fosas nasales y lo hace sentirse desquiciado. Llega
hasta la cama tambaleándose. Está a punto de perder el conocimiento. Siente sus
pulmones anegados de un líquido espeso y frío, frío como la misma muerte.
Entonces lo comprende.
Eso que lo rodea por todas partes, que llegó de la nada y se lo lleva con él,
eso que lo está dominando todo. No es oxígeno lo que hay en el aire, ya no,
entiende con último estremecimiento de horror. Es miedo.
Al exhalar su último aliento, consigue
desbloquear su garganta por un segundo, emitiendo el más espantoso de los
gemidos. Cae sobre la cama, y entonces todo es oscuridad.
Más tarde lo
encontrarían en su cuarto, tumbado sobre el lecho en una posición extraña y
hundiendo las uñas en el colchón, con ninguna magulladura o rasguño aparente, y
en los ojos reflejada la locura. Para el forense aquel caso siempre sería un
misterio. Ese hombre nunca fue capaz de comprender cómo era posible que alguien
se ahogase en una habitación sin agua.
Nunca nadie lo sabría.
Paula Valiño Ramos
UN HALLOWEEN MORTAL
Un la noche de los muertos, la
familia Harrison, que no creía en esas tonterías, se disponía a cenar como un
día normal, mientras, niños y niñas timbraban a su casa pidiendo caramelos.
Toda la fiesta terminó a medianoche y cuando todos iban a dormir sonó de nuevo
el timbre. Un hombre con capa negra se encontraba tras la puerta. Al abrir el
padre el hombre misterioso dijo:
¡No creéis, pues os haré creer!
El padre, pensando que el hombre era
un bromista, le dijo a su mujer que no había llamado nadie para no asustarla.
Pasaron las horas y nada ocurría, no se escuchaba ningún ruido, cuando de
pronto, a las cuatro de la madrugada se abrió la puerta con un fuerte estruendo
y todos se levantaron de un salto.
Los dos hijos se quedaron en la
habitación mientras los padres fueron a cerrar la puerta. Todos pensaron que
había sido el viento, ya que había tormenta, así que volvieron a dormir.
Al día siguiente la policía rodeaba
la casa, todos estaban atemorizados y se preguntaban qué había ocurrido pues no
escucharon nada a la noche. La familia Harrison no volvió a ser vista, solo
había una nota en su casa que decía:
“Creed, porque
revivimos y existimos”.
Cada vez que alguien habla de esto
suena el nombre de la familia, como un susurro, que proviene del cementerio,
justamente de una lápida que pone: “Los Harrison son nuestros”.
Marian González Iglesias