Como es habitual en este blog, queremos compartir con vosotros algunos de las creaciones de los alumnos/as del colegio.
Ana Sequeiros de 1º de Bachillerato nos ha querido mostrar cuál es su idea de HOGAR. Espero que lo disfrutéis.
Estoy sentada en el salón de mi casa, podría decir que me encuentro en mi hogar, pero, sin embargo, no es así. A pesar de que estas paredes están cargadas de recuerdos, las esquinas de pensamientos y los espejos de las mil y una cara que me representan, no es mi hogar. Sí me siento segura en él, pero no por los tabiques y el cemento que sujetan la estructura. No es mi hogar porque no son los abrazos de mi madre, las peleas y bromas con mi hermana o las charlas con mi padre. No es hogar porque no es esa magia que hace que me sienta yo misma cuando estoy al lado de mis amigos, de mi familia. Puede que sí que baile y cante como una loca por todas las habitaciones de esa casa, puede que sí que pase horas deseando volver, regresar a ella después de un duro día, que no me cueste descansar y que pueda pegar ojo tranquila, pero no, no es por el mármol, ni las ventanas ni los muebles del cubículo, es por la gente, la gente que es hogar y que no duda en gritarme para que les oiga decirme aquello que debo oír, aquello que es bueno para mí. Hogar que me puedo llevar a cualquier lado, bajo cualquier techo, sin importar el parqué del salón ni los azulejos de la cocina.
Sus brazos son mi techo, todos ellos son capaces de recubrir mis inseguridades y reforzar mis virtudes, ellos abren puertas, ventanas, lo que sea para que tanto en mi rostro como en el suyo se muestre nuestro característico hoyuelo, o, en su ausencia, las pequeñas arrugas que bordean y delimitan las inmensas sonrisas que provoca el estar con los tuyos, las pequeñas cosas que no dejarán de estar en tus recuerdos, que se pueden perder en el tiempo, pero jamás en esas arrugas, esas sonrisas.
Hoy hablo de mi hogar, de los que son capaces de captar tanto mis luces como mis sombras y que día tras día aprecian las pequeñas cosas que no dejan de ser las más grandes, las que en su ausencia podrían causar torrentes de lágrimas brotando por los ojos y escurriéndose por la mejillas.
Las personas sin hogar no tenemos nada, necesitamos un refugio de la vida, de todo, una escapatoria hacia una zona de confort, que repito, no se viene definida por cuatro paredes, una mano de pintura y un techo bajo el que dormitar, viene definido por los que si no son capaces de levantarte esperarán contigo en el suelo hasta que recobres tus fuerzas, por los que con sus chistes y sus palabras de ánimos serán capaces de hacer más tenue cualquier tormenta que aparezca dejándolo todo patas arriba en tu vida, por los que se atreven a demostrar en lugar de perder el tiempo parafraseando sin llegar a ningún lado, sin moverse siquiera por ti, sin ser hogar, ni casa.
Debemos aprender a apreciar todo aquello que supone un refugio para nuestro verdadero yo, porque al ser nuestra esencia es al igual, nuestro rumbo, guiado y marcado con la ayuda de nuestros pilares, porque muchos pueden ser hoteles, “está muy guay”, lo pasamos muy bien, y más recuerdos para el álbum, pero ellos no serán un eterno refugio, no buscarán tu alegría y tu bienestar en todo momento, quedarán vivencias, sí, pero no vida , la vida está donde aquellos que te la completan, que le dan sentido y los que construyen puertas en lugar de muros para que puedas salir, siempre para regresar a donde proviene, a donde eres, a tu hogar, que puede estar en el sofá donde estoy sentada, en el salón, en estas cuatro paredes, con espejos, ventanas y azulejos, parqué, alfombras y techo, pero sólo, sólo si vosotros estáis sentados a mi lado.