Como no es oro todo lo que reluce en el mundo de la literatura, hemos querido mostraros el lado más rudo y personal de nuestros escritores. Grandes artistas que también son personas y que en ocasiones, invadidos por manías, envidias o peleas, han dejado ver su lado más oscuro en algunas ocasiones.
El periodista Javier Rioyo en la recista
El País Semanal nos recomienda el interesante libro escrito por Julián Moreiro "
Escritores a la Greña" en el que ha querido destapar algunas curiosidades.
Unamuno, Pessoa y otras afrentas literarias
Somos nuestras fobias, envidias, manías y peleas. Somos
seres más o menos inteligentes dotados de capacidad de insultar. Alguna vez el
insulto se ha cruzado entre las bellas artes y cuando la trifulca alcanza
niveles de alta literatura en español es que te llamas Quevedo o Góngora. Hay
otros, pero no están al mismo nivel.
En Escritores a la greña, reciente libro de Julián Moreiro,
se repasan algunas de las más conocidas greñas de nuestros escritores desde
Valle a Bolaño. Un interesante escrutinio de odios literarios de los últimos
cien años. No son aquellas barrocas alturas, pero tienen su veneno. Por honrar
su 150º aniversario nos detenemos en uno de los más admirados y temidos de los
nuestros, Miguel de Unamuno: el más ibérico de nuestros escritores, el más
portugués de los castellanos, el más español de los vascos. Nuestro primer
“intelectual moderno”, según Juaristi; aquel “terco y coherente”, como le
define Egido, o el lúcido viajero por tierras portuguesas de Remesal ha sido el
intelectual más admirado, odiado y manipulado del pasado siglo.
Unamuno ni sabía escuchar ni quería. Se sabía por encima de
todos, por tanto esperaba que la relación del resto de los humanos con su obra
y su persona fuera, primero, de admiración y, después, de respeto. Cuando
escribe de Rubén Darío asegura que aún se le “veían las plumas de indio”. El
nicaragüense se ofendió y sorprendió, y le contestó con un elogioso artículo
escrito con una de sus “plumas”. El escritor vasco no estaba preparado para la
ironía y así se lo contó a su conocido Valle-Inclán. La respuesta de Valle no
fue simuladora: “Rubén es glotón, bebedor, mujeriego, holgazán, pero posee
todas las virtudes del espíritu: es bueno, generoso, sencillo…, en cambio usted
almacena todas las virtudes de la carne, es frugal, abstemio, casto. Y tiene
todos los vicios del espíritu: es usted soberbio, ególatra, avaro, rencoroso”.
Pío Baroja, experto en descalificaciones, decía que las
novelas de Unamuno parecían escritas “para molestar al lector”
No estaba solo contra Unamuno. Pío Baroja, experto en
descalificaciones, decía que las novelas de Unamuno parecían escritas “para
molestar al lector” y no soportaba su costumbre de “agarrar a cualquiera por su
cuenta, acogotarle, atarle de pies y manos y convertirle en un oyente mudo”.
Donde las dan las toman. A Baroja le dieron por muchos frentes, quizá el más
agudo fue Josep Pla: “El defecto de Baroja es que es un hombre que juzga y
adjetiva, ligeramente: los lanza como los burros los pedos”.
No están en el libro de Moreiro los desencuentros entre
Pessoa y Unamuno. Fue esa una callada y humillante relación para Pessoa y sus
amigos a los que ni siquiera se dignó en contestar a sus peticiones de
colaboración en la revista de aquellos jóvenes vanguardistas tan peculiares de
Orpheu. El maestro se conformó con seguir frecuentando a los consagrados
Texeira de Pascoaes, Antero u Oliveira Martins, y pasó olímpicamente de conocer
a esos jóvenes “pessoanos”. Ese desdén alimentó un resentimiento que tardó en
salir a la luz, pero nunca se le olvidó al joven desasosegado que había leído y
admirado su libro por Tierras de Portugal y España. El propio Pessoa decía:
“¡Cuesta tanto ser sincero cuando se es inteligente! Es como ser honesto cuando
se es ambicioso”.
Un maduro Pessoa demostró su desacuerdo con el bilbaíno y su
defensa de que los pueblos ibéricos deberían de escribir en castellano y dejar
los minoritarios catalán y portugués (Unamuno dixit) para conseguir más
público. Respondió Pessoa: “Si se trata de eso prefiero escribir en inglés, que
me proporcionará un público más amplio que el castellano. ¿Por qué habría de
escribir en castellano? ¿Para que pueda entenderme Unamuno? Es pedir demasiado
por tan poco”. Se sabía débil y errado, pero no soportaba la inquisición de la
estupidez.
Javier Rioyo, El País Semanal. 12/05/14